Bricollage: invenciones posibles frente a lo imposible en el ámbito escolar
- Versiones Formación
- 3 jun 2021
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Hemos ubicado en artículos anteriores, el concepto de IMPOSIBILIDAD, en tanto lo real como aquello que se pone en cruz, que insiste para que las cosas fallen, que está por fuera del significante, que se nos escapa una y otra vez, y que, a su vez, está en el centro de toda experiencia de lenguaje.
Dentro de nuestra área, Psicoanálisis y Educación, la imposibilidad como tal nos parece fundamental por ser un nexo entre las dos disciplinas. Inevitablemente, en algún momento se produce el encuentro con lo imposible. Lo imposible de analizar, lo imposible de educar. Tanto el psicoanálisis como la educación, se encuentran con su propio límite. Y ante ese encuentro necesario, se ven llevadas a no retroceder.
El 2020, un año tan particular, sin velo vino a hacer que las cosas tal como las conocíamos, fallen o se reestructuren dentro del sistema simbólico. Particularmente, la estructura del sistema educativo en formato presencial tambaleó.
Las preguntas silenciadas proliferaron, la ilusión de homogeneidad cayó. Como tal, ese real potente, delimitó un límite y un borde de aquello inmutable, eso que está ahí, poniendo en primer plano, de una manera inédita, la IMPOSIBILIDAD (de moverse, de encontrarse, de viajar, de ir a la escuela, de ir al trabajo, etc.). La pandemia, y las consecuentes medidas de aislamiento social, pusieron a trabajar a toda la comunidad educativa, que se vio, en jaque, obligada / forzada a REINVENTARSE.
La escuela, como maquinaria simbólica, como lazo social que otorga lugares, que da un sentido, que nomina se vio sacudida por este real que irrumpió.
Al borde del agujero: Saltar al vacío
Luego de un primer y breve momento de perplejidad frente a lo nuevo, a la falla de lo conocido, rápidamente la exigencia, el imperativo de goce de nuestra época, volvió al ruedo. No tardó en evidenciarse lo que siguió su curso, las coordenadas de una época del exceso, del empuje al todo, de la negación de la imposibilidad. Esa insistencia no frenó.
Aún en aquellas condiciones de encuentro con un agujero, el cual será significado de un modo particular en la vida de cada sujeto: Para algunos podrá ser lo letal del virus, para otros podrá ser el miedo a salir a la calle, la ausencia de los afectos, el ahogo de la convivencia sin respiro, la pérdida de un espacio, etc. A pesar de ello, el ámbito educativo intentó vestir con viejos ropajes lo que quedó al desnudo, como dice Laura Kiel en su artículo “Sin recreo” en la revista De Inconcientes, “el mandato que pesó sobre los docentes es el mismo de siempre: “que se trabaje” y que se convoque a los niños al trabajo. En un revoleo de tareas y actividades, se puso a los alumnos a entregar, a cumplir, a completar. “Que la cosa marche” pareciera ser más que nunca la orden del Amo. Los docentes quedaron con la labor ciclópea de sostener a todo el sistema escolar sobre sus hombros y a puro voluntarismo, sin contar con la estructura escolar cotidiana”.
Frente a estas circunstancias, la escuela como institución, se vio capturada por una exigencia de seguir respondiendo al Amo, sin detenerse, sin fallar, sin llorar, sin pensar. Las escuelas tuvieron que salir a buscar un nuevo arreglo, para ese desarreglo. Se tuvo que improvisar una nueva solución, problemática y en tensión constante, para seguir funcionando.
Vamos a tomar prestada la idea de Bricollage que trabaja J.A. Miller, en un texto de 1999, denominado “La invención psicótica”. Si bien allí Miller trabaja sobre el armado, el trabajo de invención que realiza la psicosis como estructura, y aquí no estamos hablando de psicosis, la idea de bricollage resulta interesante para nuestra articulación. Bricollage como INVENCIÓN de algo nuevo, a partir de pedazos, recursos que hay, que ya estaban allí.
Cito “El término invención se opone naturalmente al de creación. El acento propio de la creación es –seamos tautológicos- su carácter creacionista. La creación pone el acento sobre la invención ex nihilo, a partir de nada ... La invención se opone más fácilmente al descubrimiento. Se descubre lo que ya está ahí, se inventa lo que no está. Es por ahí que la invención es pariente de la creación. Pero el acento del término "invención" es en este caso una creación a partir de materiales existentes. Le daré de buen grado a la invención el valor del bricolage”.
Las subjetividades, los saberes, los modos de enseñar, ya venían siendo atravesados por la era digital preexistente. Pero nunca con tanta fuerza hubo que hacer uso de estas herramientas para responder, de alguna manera, a la exigencia de productividad de la educación, que la pandemia y el aislamiento trajeron.
El desafío necesario fue similar al armado de un bricollage, pegando unos sobre otros algunos materiales, ideas, recursos tecnológicos, plataformas, para crear algo nuevo, una nueva escena escolar, virtual, novedosa, improvisada. A partir de poder tomar esos elementos del medio actual y usarlos para resignificar los escenarios, las escuelas y sus docentes intentaron la creación de un nuevo sentido.
Si bien, la vocación docente siempre fue y va de la mano de la creatividad, el 2020 presentó una exigencia máxima de esta faceta, un imperativo de creatividad con lo que (no) hay. Una contradicción como respuesta para lidiar con la imposibilidad. Ya no alcanzaba con ser ingeniosos en el modo de transmitir contenidos y captar la atención e interés de sus alumnos. Sino que las escuelas en su conjunto tuvieron que mutar, que trasladarse a una escena virtual, que combinarse con la vida personal de cada docente y cada alumno. Las casas tuvieron que transformarse en aulas y, con ello, hubo que redefinir normas que permitan sostener esta escena escolar virtual, en la intimidad de los hogares.
La escena escolar entonces se tuvo que trasladar a lo virtual. Y con ello se redistribuyeron lugares y se acentuaron las segregaciones, los que quedaron afuera. Segregaciones y desigualdades siempre un poco veladas por esa ilusión de homogeneidad constitutiva de la Institución Escolar, desde su nacimiento, que la pandemia dejó al descubierto, quitó el velo.
Apartado para los padres y madres
Cuando hablamos de “quienes tienen la tarea de educar”, no nos referimos solamente a los docentes. Más que nunca, las familias han sido convocadas (y exigidas) a responder, a trabajar para garantizar que sus hijos aprendan contenidos curriculares. Madres y padres se han visto convocados a formar parte del epicentro de la comunidad escolar y han tenido un rol fundamental y a su vez difícil (o imposible) de llevar adelante.
Las familias tienen de por sí la tarea de criar a sus hijos, de introducirlos en la cultura y en el mejor de los casos acompañarlos en esa “salida” al mundo, que la escuela representa en un primer lugar. La función de la escuela y la de los padres, son cercanas, pero no se superponen, no son lo mismo. La función de la escuela no es sólo enseñar. También la institución escolar tiene un rol fundamental en el proceso de exogamia de todo sujeto.
Entonces, las funciones y lugares de la escuela y la familia, si bien son cercanos (en ambos se trata de transmisión), deben permanecer diferenciados, en una delicada y compleja dialéctica.
En cada hogar, en cada familia, también se ha hecho evidente el encuentro con la IMPOSIBILIDAD de estar a la altura de la exigencia escolar. Y ese exceso de exigencia se ha traducido como impotencia de diferentes formas (no puedo, no quiero, no sabe, no le interesa, etc.). En cada hogar, también hubo que INVENTAR, manoteando los recursos que cada quien tenía a mano, una nueva forma de funcionamiento y dinámica familiar. Un bricollage escolar, pero también un bricollage familiar, como respuesta posible y siempre fallida, a la imposibilidad.
¿Será esta pandemia una oportunidad para detenernos a pensar en lo que ya no venía funcionando en las escuelas? Esa irrupción sorpresiva e inevitable, ¿propiciará finalmente la apertura de un tiempo de comprender que permita resolver aunque sea en parte algunos de los obstáculos con los que las escuelas se encuentran hace años?
Así como en un análisis de lo que se trata es de saber hacer con el síntoma de cada quien, también aquí, frente a un acontecimiento inédito y transformador, de lo que se trata es de maniobrar con el padecimiento, hacerse de tiempos para construir un saber hacer (o aprender a hacer) con un real que irrumpe. Sin desconocer la complejidad del entramado educativo (donde intervienen una multiplicidad de discursos, pujas de poder e intereses diversos) sostenemos que estos son momentos para barajar y dar de nuevo.
Ya que es en los intervalos donde se torna posible lo vivificante de la práctica educativa y también donde los aportes del psicoanálisis pueden ser de utilidad: Interpelar ideales obturantes, interrogar prácticas homogeneizantes, ubicar que se pone en juego en cada escena escolar, apostar a lo más singular de cada estudiante, conocer cuál es su historia y qué espacio tiene la escuela en cada familia.
Victoria Anaut
1 Kiel, Laura, (2020), Sin recreo, Revista De Inconcientes: https://deinconscientes.com/sin-recreo-por-laura-kiel/
2 Miller, J.A., (1999), La invención psicótica, Revista Virtualia, vol. 16
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