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Gente de Principios, viajeros en el tiempo

  • Foto del escritor: Versiones Formación
    Versiones Formación
  • 27 ene 2021
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 12 feb 2021


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Durante todo el verano de 2020 nos juntamos con Carla para cranear un grupo de formación dirigido a analistas que estuvieran decididos a iniciar un trayecto clínico.

Ante la múltiple variedad de caminos que el psicoanálisis plantea, un concepto nos convocó tanto a ella como a mí: “¡Que sea como una aventura!”.


Pensamos que podía ser un grupo con “pasaje abierto”. Es decir, que cada tripulante supiera desde dónde partiríamos y cuáles iban a ser las primeras escalas, pero nuestra travesía no tenía un destino fijo.


Coincidimos en que visitar nuevamente: "Introducción al método psicoanalítico” de Jacques Alain Miller era un punto de partida interesante. Además de ser un lugar emblemático e ineludible, desde ahí podíamos hacer escala en cualquier parte de la historia del psicoanálisis. Era como nuestro aeropuerto de San Pablo.

Espectacular. Teníamos bien claro el punto de partida, después veríamos hacia dónde nos conduciría: “El tiempo lo dirá, dejemos que fluya y que la curiosidad vaya descubriendo las próximas escalas,” nos dijimos. Comenzamos entonces a promocionar nuestro paquete teórico-turístico.


Así fue cómo fechamos el 2 de marzo de 2020 como el día del embarque presencial y decidimos que aquel grupo de viajeros se llamaría “Principios en la clínica psicoanalítica”.

Propusimos a cada participante que atravesó el portal de Versiones el emprendimiento de una ruta: desdoblar el significante “principios”.


Por un lado, tomar Principios como inicio, comienzo de un tratamiento y, por otro, abrazar el significante Principios en referencia a la ética psicoanalítica.

Presentamos el plan de viaje a las pasajeras a bordo: Natalia, Mercedes, Alejandra y Paola. Les comunicamos esas primeras coordenadas, nos convidamos de expectativas y nos llevamos lo puesto.


Por un lado, tomar Principios como inicio, comienzo de un tratamiento y, por otro, abrazar el significante Principios en referencia a la ética psicoanalítica.

¿Vieron como en esas series alemanas donde unos muchachitos viajan en el tiempo por un túnel?, de igual manera nos transportamos a 1987, Brasil era nuestro primer arribo. Allí escuchamos el seminario de Jacques Alain Miller quién nos pudo precisar los tiempos lógicos de un análisis:

Avaluación clínica

Rectificación subjetiva

Introducción al inconsciente


En aquellas orientaciones nos quedamos paseando un buen rato, especialmente en el proceso de subjetivación. Fijamos los lentes de nuestras cámaras en la importancia de las entrevistas preliminares, el periodo diagnóstico, la diferencia entre un consultante y un paciente.


Con el impulso y el entusiasmo que nos dio este primer viaje, nos quedamos con ganas de más. ¡De mucho más! Nos sorprendió que aquellas fotos que sacamos en Brasil en los 80 nos sirvieran para ver a contraluz los hallazgos de Freud.


Apenas nos cayó esa ficha, decidimos hacer un breve recorrido por Viena e ir a visitar a nuestro gran maestro. Nos zambullimos de lleno en los principios del siglo XX. Pero esta vez sabíamos que tenía que ser un recorrido breve y súper veloz. Al ser nuestro primer viaje, no podíamos abusar de nuestro nuevo artefacto, corríamos el riesgo de que se rompiera y quedáramos atascados en aquella época.


Carla sugirió, atinadamente, que pasáramos desapercibidos entre los victorianos. Entonces yo me puse una galera y me dejé un bigote polémico, las chicas se pusieron vestidos largos y pomposos. Con esos ropajes hicimos un recorrido veloz por las etapas fundamentales de Sigmund y recorrimos las capitales analíticas más influyentes que él había señalado.


Sin más tiempo para gastar, volvimos de inmediato al 2020. Tuvimos que ingeniárnosla porque nos queríamos traer todo. Regresamos con exceso de equipaje: las valijas rebalsaban de consejos éticos.


Regresamos con exceso de equipaje: las valijas rebalsaban de consejos éticos.

Aunque lo que más nos costó trasladar fue el trípode freudiano, una brújula gigante con tres patas: Análisis personal, formación continua y supervisión. Era un armatoste, pero nos dimos cuenta de que las patas eran plegables y que se podían amalgamar al deseo del analista. Y además de ser adaptable de forma personalizada, el trípode venía con espejos retrovisores para ver puntos ciegos. Nos trajimos seis trípodes, uno para cada pasajero.


Muy a pesar de nuestras ganas, regresamos a la actualidad. Nos llevamos una grata sorpresa porque nuestros trípodes funcionaban perfectamente en el Siglo XXI, su tecnología se adaptaba a la época. Desenvolvimos el resto de los principios que recolectamos en Austria hace un siglo atrás y nos asombramos por la vigencia de la enseñanza freudiana.


Pero apenas pusimos un pie en CABA 2020, nos dimos cuenta de que el grupo tendría que cambiar la forma de encuentro ya que, por culpa de un virus, no podríamos juntarnos cara a cara. El presente nos presentaba un desafío, seguir viajando los seis pero en línea. Zoom se ofrecía como el canal más accesible a nuestras ganas de aventurar.


Así fue cómo nos embarcamos en la siguiente misión. Destino: Francia, año: 1969. A ese viaje lo titulamos: “Seminario 17: El reverso del psicoanálisis.” Otro paseo breve, de mucha condensación y muy fructífero. Como fue un viaje relámpago, pudimos saludar medio de lejitos a Lacan, quien puso en nuestros bolsillos algunas orientaciones sobre los cuatro discursos, como obsequio por haber viajado hasta Europa y animarnos a cambiar de siglo.


Nos gustó y nos sorprendió aquella visita. Volvimos al 2020, separamos los discursos que Lacan nos había envuelto tan prolijamente, los diferenciamos y jugamos con ellos: los dimos vuelta para un lado, para el otro. Inferimos que todo dependía de la permutación de los elementos, pero los lugares quedaban fijos. Después, los discursos les agregamos recortes clínicos. Dimos cuarto de vuelta para acá, reverso para allá. La combinación que más nos entretenía era cuando poníamos al objeto a como agente, arriba, a la izquierda.


Pero el principal hallazgo fue que, al regresar de este tercer viaje nosotros ya no éramos los mismos. Algo había cambiado. Encontrarnos los lunes a las 19.30 hs. cada 15 días nos rescataba, al menos un ratito, de lo que pasaba allá afuera, en el presente. Juntarnos los seis para viajar en el tiempo, al menos una hora y media, era un ancla, un bálsamo, un refugio frente a las cifras dolorosas de la pandemia.

Como nos impactó tanto esa experiencia en Francia, redoblamos la apuesta y nos atrevimos al “gran desafío gran”.

Esta vez no queríamos viajar como turistas, queríamos ir despacio, olvidarnos de la variable tiempo (vaya paradoja, ¿no?).

La próxima y última escala iba a consistir en visitar nuevamente a Lacan, pero un poco más atrás en el tiempo; para ser más exactos, nos transportaríamos a 1953. Esta vez no queríamos viajar como turistas, queríamos ir despacio, olvidarnos de la variable tiempo (vaya paradoja, ¿no?). Sin programas, ni planificaciones pautadas. Queríamos un acercamiento a la letra lacaniana, palpar cada estación del “Seminario 1: Los escritos técnicos de Freud”. Visitar cada referencia, sorprendernos por los descubrimientos, desmenuzar el texto bajo la premisa de no bajar los brazos si nos extraviábamos por los laberintos de la no comprensión. “Che, miren que si nos perdemos, nos encontramos acá”.


A diferencia de la vez anterior, nos encontramos con un Lacan mucho más joven, amable en su transmisión, de una complejidad lúcida, pero bastante crispado por las lecturas que hicieron de Freud otros psicoanalistas de su época. Jacques se mostraba tajante con aquellos que en nombre del psicoanálisis ofrecían sus egos a los pacientes como medida de lo real. Se mostraba enfurecido porque otros suponían que la vía de una cura es a través de la evolución y la buena adaptación del yo a la realidad. Muy turbado andaba por considerar que el psicoanálisis había tomado una desviación de la obra freudiana. “¡Cuánta confusión!”, repetía en francés.


Personalmente, de aquel viaje me llevé un párrafo que me quedó resonando hasta hoy. Lacan nos dijo en voz alta: “¿Qué hacía Freud efectivamente? Freud abrió la vía de la singularidad de la experiencia analítica. El paciente no es para él más que algo así como un apoyo, un interrogante, un control si se quiere, en el camino por el que él avanza en solitario. A ello se debe el drama de su búsqueda y su fracaso.”


Guardé esas palabras en mi memoria como diamantes preciosos y las metí en un bolsito para desenfundarlas al llegar a mi hogar.


Como todo principio tiene su final, llegamos a la cuarta clase del Seminario con lo justo. Con las pasajeras, teníamos que volver al 2020, no podíamos quedarnos más. Con la última energía terminamos aquel encuentro. Nos hubiese gustado quedarnos unos días más, pero estábamos agotados y queríamos pasar las fiestas con nuestros seres queridos. Extenuados, emprendimos el retorno.


Cuando volvimos, encontramos a Baires con muchas dudas y protocolos nuevos que iban flexibilizando la circulación.

Decidimos que la etapa de los viajes en el tiempo había concluido y se venía un periodo de descanso y de digestión de todo aquello que habíamos vivido en nuestras aventuras por el viejo continente.


En la última clase del lunes 14 de diciembre de 2020 compartimos un fragmento de Matrix para bajar un poco y entretenernos después de tanto jet lag. Compartimos la pantalla a través de Zoom y vimos la primera conversación entre Morfeo y Neo. Tomamos este segmento donde Morfeo recibe a un Keanu Reaves desorientado, intentando controlar todos los aspectos de su vida. Sin embargo, Keanu pesquisaba que había una verdad que se le estaba metiendo por la ventana, una verdad potente que implicaba una renuncia y una conmoción. Esa verdad consistía en dejar la prisión monótona del señor Anderson, el programador informático, y transformarse en Neo, el elegido para la rebelión, con todo el peso y los interrogantes que esa decisión conllevaba.


A los seis viajeros nos sorprendió esa escena cinematográfica; en particular, como reflejo del inicio de un análisis. Morfeo en posición analítica y Keanu rebalsado de preguntas. Con las chicas, trazamos todos los paralelismos que pudimos y articulamos algunos de los conceptos que fuimos recolectando de aquellos viajes por Brasil, Viena y Francia.


Ahora sí. Para cerrar este ciclo, repleto de anécdotas, turbulencias y osadías, quiero dejarles una pregunta, una pregunta envuelta de invitación, una pregunta morfeistica:

La gran pregunta en cuestión es:

¿Continuaremos viajando en 2021?


Martín Acevedo

Director de Formación de Versiones


 
 
 

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