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Educar: siempre imposible, nunca inimposible

  • Foto del escritor: Versiones Formación
    Versiones Formación
  • 23 abr 2021
  • 4 Min. de lectura

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Vamos a tomar como punto de partida el fragmento: “Siempre imposible, nunca inimposible”.

Título que contiene una palabra inventada “inimposible”. "In" como prefijo que niega lo que sigue, es decir, aquí niega lo imposible. Inventamos e introducimos este neologismo, buscando un efecto. Existiendo en nuestra lengua la palabra "posible" que justamente significa lo contrario a imposible. Haciendo jugar el sonido y la estructura de una frase, que ha circulado en nuestro medio, en las redes sociales, entre amigos, rellenada con distintas palabras, (“siempre diva nunca indiva”, “siempre viral nunca inviral”, “siempre meme nunca inmeme”, son solo algunos ejemplos). Frases que se volvieron virales, a modo de chiste. La frase de nuestro título introduce así un “guiño”, dirigido a nuestros contemporáneos, es decir a un auditorio que pertenece a esta época, la actual, la nuestra.


Sabemos que “el famillionario” de Freud, ya no le causa gracia a nadie, justamente porque no pertenece a los tiempos que corren. De este modo, ya en el título, está presente uno de los puntos que nos interesa profundizar, a saber, las coordenadas de nuestro siglo.


En segundo lugar, el título que elegimos (o que inventamos) contiene aquello que consideramos que está en el núcleo de nuestra práctica y de lo que queremos transmitir. Tanto en este escrito como en cada una de las actividades que proponemos desde nuestra área Psicoanálisis y educación en Versiones, siempre estamos bordeando la noción de IMPOSIBILIDAD, y a su vez, intentando hacerle lugar.


¿Qué es “lo imposible”?

En principio, es una de las definiciones que Lacan nos da de “lo real”. Lo real, como lo imposible, como aquello que insiste en que las cosas siempre fallen, lo que no es simbólico ni es del orden de lo imaginario, por fuera del significante y del significado. Que exista lo real, que no todo pueda ser significable, nos lanza hacia una búsqueda.

Con Freud, en su texto “El malestar en la cultura”, aprendimos que gobernar, educar, psicoanalizar, son tareas, profesiones, imposibles. Es decir, que gobernar, educar, analizar, (y agregamos) o cualquier pretensión de dominio absoluto sobre la realidad, se encuentra irreductible e inevitablemente, con lo imposible.

Desde estas conceptualizaciones, recortamos y extraemos aquello que nos interesa.


¿Qué significa, qué implica EDUCAR/CRIAR?

Decimos que Educar/Criar conlleva una imposibilidad. Es una operación (que parte del campo del otro y opera sobre el sujeto) que se realiza “no toda”, queda siempre un resto. No todo (del sujeto) es educable.

Educar o criar a un niño o niña implica inhibir, prohibir, sofocar, limitar lo de cada uno, la total satisfacción. Freud también nos enseñó que nadie renuncia a algo placentero, a una satisfacción pulsional, sin recibir a cambio una ganancia, un sustituto. Esa ganancia es pertenecer a un “todos”, entrar al LAZO SOCIAL.

Educar supone una doble operación: Alienación en el campo del Otro y consentimiento del sujeto. Como sabemos es una operación a la vez, siempre fallida, algo queda por fuera. El lazo social, no es una relación interpersonal, sino que es una estructura. Es una estructura mínima, que distribuye lugares, otorga lugares, que aporta así un ordenamiento, que los seres humanos necesitamos para estar en la cultura. Hacemos referencia aquí a los 4 discursos que Lacan formalizó, como 4 modos posibles de lazo, cuyo funcionamiento se apoya en elementos que ocupan distintas posiciones y se relacionan entre sí de un modo particular.

El lazo es lo que permite moverse y vincularse con otros. Es aquello que introduce una ley, un orden posible, sobre lo real (sin ley). Es decir que el lazo es de por sí un tratamiento del goce. Este proceso, este pasaje de lo real sin ley, al lazo, es muy complejo y en su camino pueden ocurrir diversas vicisitudes. Las cuales ocurren y nos interrogan una y otra vez, en el proceso de educación y crianza de un niño o niña. Aparece de manera “visible” en los síntomas y, específicamente, en los motivos que llevan a los padres a consultar con un psicoanalista o a las escuelas a derivar a un chico/a caracterizado/a como “problemático/a” a los distintos dispositivos.


¿Que caracteriza a nuestra época?

Entre una proliferación de cosas destacamos: Avances tecnológicos, hallazgos científicos sin precedentes, globalización , explosión de las comunicaciones, etc. Pero a los fines de nuestro desarrollo, queremos recortar una idea.

Nuestra época rechaza lo imposible, "Impossible is nothing", nada es imposible. Estamos en una época de empuje al todo: hacer todo, experimentar todo, consumir todo, todo es posible. Época que no ofrece como lugar la existencia de la imposibilidad. Es la época de los datos y la información sin límite, instantánea, sin tiempos de espera; en detrimento del sentido, la historia, el relato, el tiempo.

En este contexto, las infancias se han convertido en un objeto (más) de la ciencia. Hay por todos lados y en nombre de la eficacia, de las soluciones y de la ciencia, "brigadas de acción", ejércitos de profesionales que intervienen directamente sobre los niños, para "curarlos", "adaptarlos", “enchufarlos”. Fomentando significantes de grueso calibre: “TGD”, “Trastornos”, “chicos conflictivos”, “hiperactivos”, “deficitarios”, etc. Significantes que obturan, taponan, impiden moverse.


Esas prácticas a las cuales nos referimos desconocen la imposibilidad y, estos significantes obturantes suelen quitarle al niño la posibilidad de ser “Santi”, “dibujante”, “deportista”, “artista”, "hija de", "compañera", "alumna", “mejor amiga”. Es decir, se achican los márgenes para abrigar términos que propicien un lugar de subjetivación. Un lugar de apertura, de enlace con otros, de entramados.

Entonces, dentro de esta época de la que todos formamos parte y que a todos nos atraviesa con su maquinaria de sentido, asumir lo real, lo imposible, lo que falla, es una POSICIÓN ÉTICA. Posición que da lugar al advenimiento de un sujeto. Posición en la cual intentamos ubicarnos y desde la cual intervenimos.

Operar en la intersección entre la educación y el psicoanálisis es sostener una posición al reverso del discurso imperante. Propiciar dicha interlocución con otros discursos no es sin tensión y se podría homologar a la posición del analista y sus intervenciones:

Nunca cómodo... siempre in-cómodo.


María Victoria Anaut


 
 
 

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